La epopeya mexicana

 



Abstract de la conferencia La epopeya mexicana por el filósofo Irving Josaphat Montes Espinoza

Grecia es un mito —es quizá esta aseveración lo más justo que se puede decir sobre Grecia—, y como todo mito es atemporal. Situar a Grecia en la línea histórica no es sino un capricho metodológico, método fracasado, que pretende aprehender aquello que ya de por sí es inasible; Grecia es origen exento de toda historicidad. Para decirlo con mayor precisión: Grecia es el mito de Occidente, de esa parte del hemisferio que le gusta pensarse libre de mitos y de todo aquello que ofenda a la razón —en el supuesto de que el mito ofenda a la razón—. Pero la razón también tiene un origen mítico y es el mundo helénico. La base de la razón no es racional, y esto es algo que cuesta admitir. Siempre que Occidente intenta rendir cuentas de sí mismo, cuenta su mito, una y otra vez, pero de distinta manera; Para los romanos, Roma es hija de Eneas que es hijo de Troya, y la lengua romana, el latín, es el más preciado legado regio de Latino, el hijo de Odiseo y Circe, según Hesíodo. El mundo medieval también liga su origen en los judíos helenizados y, siglos después, la Ilustración, el momento en que Europa erige su conciencia continental, reconoce en el mundo grecolatino el semillero de sus ideas; ve, para bien o para mal, en Pericles y en Estrabón, en Solón y en Cicerón, fantasmas de hombres ilustrados. Tal parece que a Occidente todos los caminos siempre le conducen a Roma y, para quien haya llegado a Roma, sabe que los caminos de Roma siempre conducen a Grecia.

De Grecia a México hay una distancia considerable, no la del Atlántico, sino la de la reticencia ideológica que pretende ver en este país una substancia incontaminada, libre de occidentalidad. Pero queriéndolo o sin quererlo, siempre que México intenta explicarse a sí mismo, replica, ineludiblemente, los vicios narrativos de Occidente. En el fondo de la génesis mexicana, subyace el mito griego. El costo que tiene que tiene que pagar quien se acerca a la historia tomando partido, es el de no reconocer en ambas partes su esencia, es el de ver en un órgano nuestro un tumor malsano; inicio de toda esquizofrenia. México replica los vicios narrativos de Occidente porque es es un país occidental…y algo más, y ese ‘algo más’ es un ‘quién sabe’. Acaso, para saberlo, habrá primero que explorar esa occidentalidad nuestra con la esperanza de, algún día, saber dónde termina y dónde empieza ‘eso otro’ que también somos.

Con la pretensión de dar un esbozo de eso, me animo a arrojar, en esta próxima ponencia, ciertas ideas, por si alguna de ellas emprende el vuelo.






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